Hoy es la tercera jornada de la operación militar alidada destinada, según la resolución de la ONU número 1973, a proteger a los civiles y a las áreas pobladas de Libia bajo amenaza de ataques por parte de las tropas de Gadafi. Liderados por Francia, EEUU y Gran Bretaña, varios países de Naciones Unidas se coordinan para bombardear objetivos claves del que fuera hasta hace bien poco un
mandatario amigo agasajado en cumbres internacionales. Zapatero, que ayer tomaba un té en la hermosa jaima del general libio, en representación española ha enviado a la zona de combate una fragata de lo más mona, un submarino muy fashion y unos cazas a tope de power. Y Pepe Blanco quiere que estemos orgullosos.
Pues no señor, no lo estamos. Y es que para empezar las razones humanitarias aducidas no convencen. ¿Qué pasaría si Libia no tuviera los recursos que tiene ni fuera un enclave de vital importancia en las rutas comerciales del mediterráneo? ¿Por qué no hay pues resolución de la ONU para proteger a los ciudadanos de Bahrein?
Es cierto, no habrá esta vez foto de las azores, y la medida cumple con la legalidad internacional, pero mosquea ese archiconocido eufemismo de los "efectos colaterales" previstos, a saber: un grupo mínimo, se asegura, de fallecidos y heridos civiles necesarios para lograr la paz del pueblo libio.
Como además había que presentarla como una guerra buena, se tenía que buscar un nombre con que bautizar la operación militar que sonara bien. Alguien podría pensar que los dirigentes políticos o militares que la bautizaron ocurrentemente como "Odisea del amanecer" (o "Amanecer de la Odisea", según otros) estaban pensando en Homero. Yo creo que las
mentes preclaras que nos manejan estarían pensando más bien en la famosa película de Kubrik, "2001: Odisea al espacio". A nadie se le habría ocurrido, claro, llamar a la operación, sencillamente, Libíada.
Este asunto nos anima a querer leer la Odisea griega, esa extraordinaria narración de aventuras, superación personal y afán de conocimiento que nos ha cautivado durante siglos hasta nuestros días. Porque desde siempre nada nos ha fascinado más que escuchar historias. Y a veces incluso sin necesidad de entender las palabras, como le sucede a la triste protagonista de
El lector, cuando escucha a ese estudiante de latín y griego.
Os propongo pues, chic@s, leer algún fragmento de esta obra en su lengua original sólo por placer.
Si os apetece, lo podemos grabar en video y participar así en la lectura colectiva en cadena que se está ya gestando en la red por
iniciativa lanzada desde el grupo Chiron. Voy a ver si podemos encargarnos de algún pasaje donde aparezca
Eos, la aurora o personificación del amanecer según el poeta griego.
Os dejo mientras un par de ejemplos: